Sinopsis: «Y entonces, como cuando acaba una obra de teatro, las máscaras se caen y somos lo que recordamos. Recuerdos». Roma, principios del siglo I de nuestra era. Augusto, princeps, domina con mano férrea el Imperio, aunque mantenga la ficción de una República restaurada. Pero bajo la apariencia de una concordia que impulsa la recuperación de las viejas costumbres, late una represión que se cobrará víctimas incluso entre sus más allegados: su propia hija, Julia, acusada de adulterio, humillada públicamente y desterrada a un desolado islote del mar Tirreno. Años después, Julila, hija de Julia la Mayor y nieta de Augusto, indagará sobre lo que le ocurrió a su madre, para descubrir que la «historia oficial» que le contaron —a ella y a toda Roma— no es la verdad. Con un estilo íntimo y una trama coral, Sandra Parente nos adentra con su novela histórica Las máscaras de Julia en el seno de la familia del primero de los emperadores romanos, envuelta en un clima de obediencia y de silencios impuestos a rajatabla, donde todos —Livia, Tiberio, Julia, el propio Augusto…— se esconden, como actores, tras sus máscaras. Julila, que pasará a la posteridad como Julia la Menor, ahondará en el drama que vivió su madre, la hija del césar casada tres veces, mientras debe tomar decisiones para no ser, ella también, una víctima.
Nos encontramos ante una
novela coral -que recuerde hay cerca de cuarenta personajes muy bien
construidos y desarrollados que van desde la alta alcurnia hasta las clases
bajas- con una excelente trama política y social. La autora nos guía a través
de las vidas de Julia la Mayor (hija de Augusto), su esposa Livia, su hermana
Octavia, y sus nietas Agripina y Julia la Menor (Julila), en una trama que no solo recrea el pasado, sino que lo interroga, cuestionando las
narrativas clásicas sobre adulterios y exilios que, según revisiones
historiográficas recientes, podrían ocultar otro tipo de causas más políticas.
Pero realmente es Julila
la que lleva la voz cantante en esta historia, con ella conoceremos de primera
mano toda la corte de Augusto. Julia, su madre, fue desterrada a una isla
acusada de adulterio y de atentar contra las leyes que su propio padre había
aprobado en Roma. Un destierro, dicho sea de paso, del que a día de hoy todavía
no existe consenso entre los historiadores sobre sus causas. Años después del
destierro de su madre, Julila va a intentar averiguar qué es lo que realmente
pasó con su madre para verse abocada a tan cruel castigo por parte de Augusto.
En síntesis, esta es la premisa central de la novela, pero su autora nos ofrece
más, mucho más.
Parente teje una narrativa paralela entre ambas Julias, explorando cómo las acusaciones de inmoralidad sexual -tan sensacionalistas en fuentes como Tácito o Plinio el Viejo- podrían ser velos para eliminar amenazas políticas, como conspiraciones contra la línea sucesoria preferida por Augusto. Como he dicho, la novela destaca por su estructura coral, donde cada personaje femenino aporta una voz única, revelando las máscaras que ocultan traumas, lealtades divididas y el peso de la memoria en un régimen opresivo.
La autora logra conjugar a la perfección una excelente calidad literaria con una fantástica reconstrucción de la Roma del período, se nota su gran conocimiento de las fuentes materiales y de la literatura clásica. La prosa fluye con elegancia, alternando perspectivas para crear un mosaico emocional que humaniza a figuras históricas a menudo caricaturizadas. Temas como el poder femenino en un mundo patriarcal, la traición familiar y la construcción de la historia oficial resuenan con fuerza, haciendo que la novela dialogue con el lector evocando recuerdos y máscaras teatrales como metáforas del engaño público.
La edición de Desperta Ferro, excelente como siempre, incluye un detallado árbol genealógico -ideal para no perderse por el denso bosque de la dinastía Julio-Claudia-, un mapa de Italia, dramatis personaje y un interesante postfacio escrito por Patricia González Gutiérrez sobre el papel de las mujeres en Roma y cómo el imaginario popular ha ido conformando una idea equivocada de cómo eran en realidad. También tengo que destacar la preciosa portada a cargo de Pablo Outerial en la que Julila nos mira mientras toca un busto de su madre y otra estatua, Augusto, parece observar toda la acción. Impresionante.
En resumen, Las máscaras de Julia es una novela histórica portentosa, de una lucidez extraordinaria, que nos invita a desvelar las sombras del poder augusteo. Si te gusta la Antigua Roma y disfrutas del placer de leer una buena historia en la que cada personaje tiene una voz propia, no te la pierdas.










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