Sinopsis: Agosto de 1914, Alemania y Austria-Hungría lanzan sus ejércitos a la guerra con resolución inquebrantable, convencidas en que la justicia estaba de su lado y confiadas en una veloz y decisiva victoria. Apenas un mes después, la feroz embestida de Alemania se había atascado en el oeste al tiempo que Austria-Hungría sufría catastróficas pérdidas en el este. El sueño de una rápida victoria se tornaba en pesadilla a una escala nunca antes soñada que desgarraría los campos, incendiaría los cielos y sacudiría los mares de la vieja Europa. Para las Potencias Centrales la guerra se convirtió en un monstruoso asedio, estranguladas por el implacable bloqueo británico que abocaba a sus pueblos a la inanición y emasculaba su esfuerzo bélico, y rodeadas de enemigos más poderosos y numerosos. Un anillo de acero que se ceñía inexorablemente sobre sus gargantas. En esta magistral y multipremiada relectura de la Primera Guerra Mundial desde la perspectiva de las Potencias Centrales, Alexander Watson, autor del celebrado La fortaleza, pone al lector en la piel de sus perdedores, tanto de los líderes de Berlín y Viena, como especialmente de los pueblos de Europa central para, a través de sus experiencia individuales y colectivas, hacernos partícipes de sus padecimientos pero también dejar patente la movilización y aquiescencia, más o menos entusiasta, del grueso de la sociedad para llevar a cabo esta primera «guerra total» hasta sus últimas consecuencias. Así, en su libro Watson explora cómo se consiguió y mantuvo el consenso para desatar y sostener la guerra, cómo el propio devenir de la misma fue germen de radicalización de sus sociedades y cómo estas se fragmentaron, desatando los conflictos de clase y étnicos que precipitaron el colapso político y que inocularían un venenoso legado de amargura y violencia que tendría un corolario funesto menos de dos décadas después. El anillo de acero es, por tanto, una imprescindible reevaluación militar, política, económica, social y cultural de la Primera Guerra Mundial, esencial para cualquiera que desee comprender el último siglo de la historia europea.
La tesis central de Alexander Watson en su libro es que la guerra fue un asedio monstruoso para las Potencias Centrales, Alemania y Austria-Hungría, debido al implacable bloqueo naval británico y la superioridad numérica y material de sus enemigos. Argumenta que este asedio no solo debilitó militarmente a las Potencias Centrales, sino que también tuvo profundos efectos sociales y políticos, radicalizando y fragmentando sus sociedades. También destaca cómo el consenso social para sostener la guerra se mantuvo a través de una movilización masiva y la aquiescencia de la población, a pesar de las enormes dificultades y sufrimientos. Este consenso, sin embargo, se erosionó con el tiempo, llevando al colapso político y social de las Potencias Centrales y sembrando las semillas de futuros conflictos.
Desde la primera decisión de ir a la guerra tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando hasta la paz firmada en Versalles en junio de 1919, Watson analiza al detalle el razonamiento y las acciones de alemanes y austrohúngaros, al provocar una conflagración europea contra rusos, británicos y franceses. La decisión de Austia-Hungria de castigar a Serbia por el magnicidio de Sarajevo significó sumar a la ecuación a la Rusia zarista, no obstante el autor señala que la extensa y multiétnica Monarquía Dual había perdido en gran medida el control de sus focos nacionalistas y temía un efecto dominó si esta insurgencia no era aplastada violentamente.
Alemania también actuaba desde una posición de profunda inseguridad respecto de Francia, Rusia y Gran Bretaña, al respecto el autor afirma que el jefe del Estado Mayor alemán, Helmuth von Moltke, era más defensivo que beligerante. En base a esto, las Potencias Centrales pudieron vender la guerra a sus sociedades como una acción defensiva, al estar rodeadas de enemigos hostiles: “un anillo de acero”. Esta “perturbadora sensación de amenaza”, como la llama el autor, se tradujo inicialmente para los ciudadanos en un estallido patriótico que estimulo la movilización, transformándose posteriormente en sospecha y desconfianza hacia los refugiados de las zonas de guerra orientales que inundaban el interior y provocaban grandes tensiones étnicas. Watson señala que la espiral de atrocidades cometidas por alemanes, rusos y otomanos a lo largo de la guerra, unidas a la obsesión alemana por la seguridad sembró las semillas del genocidio nazi.
Los efectos del bloqueo naval británico se sintieron no sólo por los civiles alemanes, sino más aún por los austriacos, que también habían perdido gran parte de la zona agrícola de Galitzia a manos de los rusos. Watson detalla cómo el bloqueo no solo estranguló los suministros militares y económicos, sino que también causó una crisis humanitaria al provocar la inanición y enfermedades entre la población civil, de hecho los alemanes compararon el bloqueo naval con la Gran hambruna de Irlanda, que causó cerca de un millón de muertes. Este bloqueo fue una de las armas más efectivas y letales utilizadas por los Aliados, ya que su impacto fue crucial para el desenlace de la guerra. Por otra parte la situación de los civiles belgas y franceses se alivió gracias a un programa de ayuda estadounidense ideado por Herbert Hoover, que más tarde fue presidente de Estados Unidos.
El desgaste que causó la guerra había agotado a todos los bandos y la idea de que iba a ser una guerra corta desapareció rápidamente. Muchos libros de historia hablan de los efectos que tuvo en los soldados y generales, pero pocos sobre cómo afectó a la población. El autor habla con gran detalle sobre este tema, utilizando cartas de los soldados a sus familias, y utilizando los diarios de las personas que esperaban en casa noticias de sus seres queridos.
Watson también dedica un capítulo entero a la desafortunada decisión alemana de desatar una guerra submarina sin restricciones y a lo fatal que fue esa decisión para los esfuerzos bélicos de las Potencias Centrales. Los almirantes alemanes habían predicho que una guerra submarina sin restricciones podría privar de alimentos al pueblo británico en seis meses y que valdría la pena correr el riesgo de que Estados Unidos entrara en la guerra. En general, la estrategia no logró los resultados que Alemania buscaba. Las pérdidas de barcos aliados no fueron lo suficientemente graves como para afectar el esfuerzo bélico aliado, y los americanos finalmente entraron en el conflicto en 1917.
El libro termina con el colapso de las Potencias Centrales; el motín de los marineros alemanes en Kiel que se sublevaron contra su Comando Supremo (Marineleitung), cuando este planeaba lanzar un último ataque contra la Royal Navy en el canal de la Mancha a fines de octubre de 1918; y la inestabilidad general de posguerra que tuvo lugar en multitud de territorios en el Este. En definitiva, una obra esencial para cualquier persona interesada en la historia de la Primera Guerra Mundial, que ofrece una perspectiva única y necesaria sobre un conflicto que moldeó el siglo XX.
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