30 de mayo de 2023

Es necesario castigo. El duque de Alba y la revuelta de Flandes - Àlex Claramunt Soto

Fecha de edición: 2.023
Editorial: Desperta Ferro
Páginas: 400
Precio: 25,95 €
Género: Ensayo - Historia

Sinopsis: Cuando Felipe II encomendó en 1567 el gobierno de los Países Bajos a Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, el experimentado militar, de sesenta años de edad, se puso en camino hacia Bruselas con un cometido claro: castigar a los rebeldes que se habían alzado contra el rey el año anterior, perseguir la herejía protestante y modernizar las finanzas del país. Alba tuvo que bregar con burgomaestres y abades díscolos, con una población que observaba con temor a los soldados españoles veteranos llegados con el duque, y con las incursiones de los mendigos del mar, piratas empleados por Guillermo de Orange, el principal líder de los rebeldes huidos al extranjero. El descontento de la población ante las políticas defensivas y fiscales de Alba se agravó por una serie de catástrofes naturales en forma de inundaciones y malas cosechas, y desembocó en 1572 en una revuelta masiva desencadenada por la conquista de la ciudad holandesa de Briel el 1 de abril de aquel año por los mendigos del mar. La rebelión se extendió con rapidez de norte a sur de los Países Bajos y enfrentó a Alba al mayor desafío con el que se había topado hasta ese momento. Fue este el verdadero inicio de la Guerra de Flandes. A la postre, aunque el duque logró derrotar a Guillermo de Orange en las provincias del sur, y aunque en una ardua campaña recuperó mucho del terreno perdido merced a la veteranía de los tercios españoles, incluida la estratégica ciudad de Haarlem tras un épico asedio de ocho meses, el ejército real no logró imponerse a los rebeldes, que lograron asentar en las provincias de Holanda y Zelanda una administración política y militar que propició el surgimiento, unos años después, de las Provincias Unidas de los Países Bajos.


OPINIÓN

Entre 1568 y 1648, los Países Bajos fueron escenario de la guerra de Flandes, iniciada con una revuelta liderada por Guillermo de Orange contra el rey Felipe II, y que acabaría dando pie al nacimiento de dos nuevas naciones, Países Bajos y Bélgica. Entre el 1 de abril de 1.572 y el 18 de diciembre de 1573 transcurrieron veinte meses que fueron determinantes en esta historia, este fue el momento en el que la revuelta se generalizó, estimulada por las cargas fiscales y por las imposiciones religiosas de los goberantes católicos en provincias en las que existía una amplia población protestante. Para dar luz a este trascendental periodo, Alex Claramunt, director de la revista Desperta Ferro Moderna y autor de varios libros sobre el periodo, publica su última obra Es necesario castigo. El duque de Alba y la revuelta de Flandes (Desperta Ferro, 2023). Lo novedoso de este libro es que no es una biografía al hecho, sino que hace una perfecta radiografía de Flandes y el gobierno del duque de Alba, desmitificando su faceta negativa y poniendo el foco en las desconocidas campañas de 1572 y 1573.

Tradicionalmente el inicio de la revuelta de Flandes va asociada a el periodo de 1566 - 1568;  la etapa de la Furia iconoclasta, la llegada del duque de Alba, el Tribunal de los Tumultos y todos estos temas que generalmente han abundado dentro de una historiografía que se centraba más en estos primeros compases del conflicto. Pero es la toma de la ciudad de Briel (Zelanda) en 1572 por los mendigos del mar, unos piratas al servicio de Guillermo de Orange, la que marca no solamente el punto de partida de este libro, sino también la etapa de la revuelta de Flandes generalizada y el inicio de la guerra de los Ochenta Años en toda su extensión. No obstante, las semillas del conflicto ya estaban asentadas desde décadas atrás, llegando a una situación caótica ya en 1566, para terminar por desatarse en 1572. Todo esto queda reflejado en los dos primeros capítulos que tratan sobre el gobierno de Alba en los años precedentes, y sobre la geografía de las dos grandes regiones de los Países Bajos, aunque no solamente, en las que se desarrollarán gran parte de los acontecimientos: Holanda y Zelanda.

Uno de los condicionantes de la revuelta, que apunta Claramunt en su libro, es un aspecto al que tradicionalmente no se ha prestado mucha atención, como es la cuestión de la crisis de subsistencia agudizada por el fenómeno que se conoce como Pequeña Edad de Hielo. Tenemos malas cosechas provocadas por ese enfriamiento de la temperatura y al mismo tiempo catástrofes naturales muy destructivas que dan como resultado un impacto negativo sobre la población. Al mismo tiempo, en términos políticos la situación de los Países Bajos era dudosa, y esto se debía en parte a un contencioso diplomático con Inglaterra que hizo que desapareciese el comercio con este país muy importante para la economía flamenca. Todo eso hizo que la población se encontrase en un estado de miseria absoluto que llegó a un punto culminante cuando el duque de Alba decide introducir una serie de impuestos que fueron tremendamente impopulares. El autor pone el foco en esa combinación de crisis de subsistencia, de imposición fiscal y de lo que se percibe como un ataque al conjunto de la comunidad, como los factores que acaban generando el caldo de cultivo que estallaría con la rebelión.

La figura del duque de Alba resulta fundamental para comprender esta historia en toda su dimensión. Fernando Álvarez de Toledo era el general más destacado de su tiempo, curtido tanto en el campo de batalla como en la gobernación de territorios díscolos, por eso era la mejor opción de Felipe II para sofocar la revuelta. El papel de Alba está claramente preestablecido: primero una fase militar, segundo una de perdón con un viaje del rey para otorgarlo. Ante la grave crisis sucesoria debida a la muerte del Príncipe Carlos, sumada a la rebelión de las Alpujarras, el rey no viaja a Flandes, quedando el duque de Alba solo, sin los instrumentos para la reconciliación. El panorama que se le presenta es muy complicado, al tener que gobernar una de las regiones más problemáticas de Europa durante seis años. En 1572 la captura de Briel por los mendigos del mar desencadenará una rebelión masiva que Alba fue incapaz de contener.

El grueso del libro se centra en el relato de los acontecimientos acaecidos durante las campañas de Alba en 1572 y 1573, unas campañas muy diferentes a las que el duque, un maestro en la guerra de movimientos, estaba acostumbrado a librar. En estos fascinantes capítulos tengo que destacar las páginas dedicadas a el asedio de Haarlem, episodio que marca un antes y un después al convertirse lo que hasta ese momento era una revuelta en guerra abierta. El asedio dura siete terribles meses y resulta extremadamente complejo por la orografía de un terreno que está repleto de ríos, lagos, diques y dunas en el que combatir era prácticamente una odisea. El autor afirma que a pesar de la capitulación de Harleem en julio de 1573, la resistencia a ultranza de la ciudad durante esos siete meses, unidos a las bajas sufridas por el ejército sitiador, el desgaste moral que genera a las tropas y los constantes impagos, fue lo que a la postre acabó haciendo naufragar la campaña del duque Alba.

En definitiva, Alex Claramunt ha escrito un libro que está llamado a convertirse en una obra de referencia dentro de la historiografía sobre el conflicto de Flandes. El autor consigue narrarnos, de manera brillante, amena y rigurosa, uno de los momentos decisivos en la historia, no ya de los Países Bajos sino de España y de Europa. La edición de Desperta Ferro Ediciones, como siempre muy cuidada y espectacular en las aportaciones gráficas, en esta ocasión se supera, al aportar una recopilación de mapas de la época encargados por Alba a algunos de los mejores cartógrafos de Europa. Gran broche final para un libro imprescindible.


Andrés CM

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